Que no quede impune la muerte de Adriel

La muerte de un niño siempre es dolorosa, pero las circunstancias son las que generan indignación, sorpresa o incluso preocupación más cuando si está se cierne bajo condiciones de violencia.

El caso de Adriel el niño de 11 años que cursaba el sexto año en una humilde escuela de Santiago de Anaya, es un hecho que ha cobrado tintes internacionales, pues los medios de comunicación lo han consignado como un hecho altamente doloroso y a la vez preocupante, ya que esta muerte se dio en el colegio a manos presuntamente de dos de sus compañeros de clase, lo cual refleja el grado de descomposición social que ya alcanzó a los niños.

La violencia en México no es desconocida para nadie, todos los días se reportan enfrentamientos, muertes, desaparecidos, mujeres asesinadas y no hay alguien que haga algo para detenerla, por el contrario, la política de abrazos es permisiva.

La educación en casa, el fomento de los valores está quebrantado y en nada ayudan las tabletas, celulares, computadoras o televisores, instrumentos que “ayudan” a los papás a librarse de los “molestos” hijos quienes a través de esos instrumentos tienen acceso a programas o imágenes de violencia, sexo y juegos donde los más divertidos serán los más violentos o sanguinarios.

Más allá de las responsabilidades de los gobiernos por el contexto social que permea entre nuestra sociedad y de los maestros que deben resguardar la seguridad de sus niños dentro del colegio, la verdadera obligación sobre la educación y comportamiento de los hijos son los padres.

¿Qué pasó y qué pasará con quienes están involucrados en la muerte de Adriel? No se sabe, lo único que demandan sus padres y más de la mitad de la comunidad es JUSTICIA, justicia para un niño víctima de la violencia de dos abusadores que seguramente son maltratados en casa.

Esa muerte no tiene justificación alguna, es la muerte de un inocente que debe prender alertas en los hogares, en las escuelas y de una sociedad que no debe ser indiferente y que debe dejar de estar polarizada, crispada por la carestía, por la falta de empleo, por la enfermedad, por todo cuanto ocurra alrededor.

La sociedad en general necesita hacer un alto para cambiar las formas en las que se está comportando, dejar de generar violencia en todas sus formas, permitirá que las nuevas generaciones dejen de ser violentos y dejen de mancharse las manos de sangre.

¡Justicia para Adriel!


P.D. Este año es el año de la familia para la Iglesia católica, y justo leía en uno de los muros de una parroquia que “la Familia es capaz de calentar el corazón de toda una ciudad con su testimonio de amor”, ojalá que en las familias de Hidalgo, de México y el mundo, independiente de la religión que profesen, sepan que la unión, el amor y otros valores como el respeto, la empatía y la solidaridad fortalecen el núcleo más importante que tenemos y en la que nos desenvolvemos todos los días, la sociedad. Una sociedad que ya se vio, que si no está bien, tarde o temprano se irá contra cualquiera de nosotros.