Las ofrendas tienen su origen en las culturas prehispánicas y hoy el pan es un elemento imperdible en sus diferentes formas, es sabor y tradición que se disfruta en estas celebraciones.
El pan de muerto o pan para las ofrendas que se colocan en las mesas para recibir a los fieles difuntos, es uno de los elementos que no pueden faltar en esta celebración y aunque actualmente este pan se rellena de nata, cajeta, crema de chantillí y todo lo que se les ocurre a los reposteros, la verdad es que todos son deliciosos.
Las piezas más conocidas son las hojaldras, las botanas que regularmente son panes salados, y luego vienen los panes de dulce con azúcar espolvoreada color rosa que son una delicia y puede ser rellenos o no pero su sabor único hace que sean muy demandados en esta temporada.
Aunque tienen un sabor muy peculiar, la masa y harinas con las que se preparan estas piezas de pan son especialmente de esta temporada para la celebración del Día de Muertos.
En Hidalgo, las panaderías se preparan desde semanas antes con la compra de los ingredientes básicos para la elaboración de miles de piezas de pan con formas diversas desde las figuritas de angelitos, volcanes con huesitos o la botana que es un pan blanco, pero de dos pisos, que se disfruta con café negro una vez que son retirados de las mesas de ofrenda.
Estas celebraciones de Día de Muertos, son la ocasión perfecta para romper la dieta aunque las ofrendas son una cuestión ancestral donde el pan de diversas figuras como mariposas o rayos hechos a base de amaranto y «pan ázimo», eran parte esencial del ritual.
Se dice que el pan de muerto tiene sus raíces en los sacrificios humanos de la época prehispánica, cuando, tras una ofrenda humana, se preparaba un pan de amaranto molido para ofrecerlo a los dioses.
De acuerdo con la página oficial del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas en Hidalgo, se documentan las características del pan para las ofrendas de día de muertos.
Moriscas de harina, canela, huevo y pulque así se llama el pan que se realiza en la sierra del estado.
En Xochicoatlán: «bodoques», pan que se regala a las personas que asistían al novenario.
En la región se produce en estas fechas el pan conocido como «peluca», pan que solía repartirse en los velorios y puesto en las ofrendas de muertos; pan hecho de harina de trigo en hornos calabaceros, es similar a los pambazos, con una bolita de masa el extremo que asemejaba a los chongos o molotes que se hacían en las pelucas antiguas.
Tradicionales en la región de Tula son las gorditas de maíz amasadas con arena de hormiguero.
Hay roscas ricamente adornadas, corazones similares al corazón humano, los hay barnizados, con azúcar blanca y rosa. También se elaboran las famosas «cuelgas» de diferentes tamaños. Las cruces adornadas con azúcar de colores y bordadas con la misma masa. También se elaboran los cocolitos, borregos y tortugas.
En la Huasteca, la festividad de muertos se llama Xantolo; el pan el compañero obligado.
En Huejutla se elaboran pequeños panecillos que reciben el nombre de frutas de horno e incluso el nombre del difunto, con dichos o cantos populares, cocolitos, rosquillas aplanadas, muñecas para las ofrendas femeninas, angelitos para los niños y para los jóvenes que mueren antes de contraer nupcias.
En el Mezquital el pan de muerto es una figura en forma de cuerpo humano completo o cabecitas y manos o con los bracitos cruzados, caritas de pasta pintada de colores vivos. Panes de sal y dulce sobrios con su ajonjolí espolvoreado o adornados con fondant multicolor.
También destacan las gorditas de maíz amasadas con arena de hormiguero, lo que recuerda el mito de Quetzalcóatl, quien penetró al inframundo para tomar los huesos precisos que dieron origen a la humanidad.
También se elaboran «Rosca de la vida», su consistencia es dura, se adorna con huesos o canillas de manteca que son la representación de huesos humanos y tienen una gran semejanza con aquellos que se hacían de masa en honor al dios Omacatl.


































































