Una vez en la habitación del hotel, Linka desempacó su escaso equipaje. Desde sus tiempos de planetaria, había adquirido la costumbre de viajar ligera, solamente con la ropa esencial, artículos de aseo personal y su teléfono inteligente. Pero en esta ocasión, algo más venía en su equipaje. La única fotografía que conservaba de sus compañeros. Se la había tomado su madre durante una corta estancia en París, todos lucían muy delgados y estarían pálidos, de no ser el bronceado que les habían dejado tantas caminatas bajo el sol. De verdad lucían como vagabundos, con las ropas viejas y parchadas por todos lados. Menos mal que en Europa, era común ver grupos de jóvenes recorriendo las calles, viajando con mochila al hombro.
Aunque habían pasado casi 30 años, esperaba poder reconocer a sus compañeros, ¿Cuánto habrían cambiado? Aunque nunca había vuelto a ver a Yi en persona ya que su comunicación había sido, vía telefónica al principio y después por las redes sociales, sabía que podría reconocerla por su foto de perfil. No había cambiado mucho, lucía algunas cuantas arrugas en su rostro, pero casi no tenía canas, a diferencia de ella, cuya antaña cabellera rubia, ahora lucía más bien grisácea, ya que había optado por jamás teñirse el cabello ni maquillarse. Todo ello como parte de un estilo de vida menos consumista.
¿Vendrían Kwame y Wheeler abandonado su autodestierro? ¿Cómo lucirían ahora?¿ Quién ocuparía el lugar de Ma-Ti? Cuando veía la foto no podía imaginarse a otra persona en su lugar; miraba la foto y no podía imaginarse tampoco el lugar vacío. Simplemente era imposible borrarlo del recuerdo. En la foto, en su mente y en su corazón, siempre estaría Ma- Ti. ¿Cómo luciría el equipo ahora?, cinco personas, cuatro viejos conocidos y alguien nuevo, ¿sería un hombre, una mujer, tal vez un muchacho, una niña? No lo sabía.
Estaba en Sao Paolo, allí había convenido reunirse con Yi, para viajar juntas por tierra a Río de Janeiro, donde todo empezó, o terminó, según se quiera ver, pero nadie les había avisado a los demás. ¿Dónde habrían encontrado el anillo de Ma Ti? Ella suponía que sería ahí mismo en Río, ¿Dónde más?
Durante dos días, no hizo más que recorrer la ciudad, viendo lo mucho que había crecido. Aunque la ciudad tenía centros comerciales, monumentos, estadios y muchas cosas bellas para fascinar a los turistas, Linka sabía que detrás de cada de una de esas construcciones, había deforestación, pérdida de hábitats naturales y con ello, amenazas a las especies nativas. Simplemente no disfrutaba aquello como lo haría un turista normal. El fantasma de la contaminación, siempre rondaría su mente, como seguramente también lo hacía en la cabeza de sus compañeros planetarios.
Finalmente llegó el domingo, decidió ir por Yi al aeropuerto, de verdad tenía ganas de abrazarla y platicar con ella largo y tendido. Y suponía a ella le agradaría también la idea, por que serían dos amigas solitarias en una misión desconocida. Sabía que Yi, estaba tan sola como ella, ya que tampoco se casó ni tuvo hijos. Así que tenían mucho en común.
“Ya estoy aterrizando” leyó en la pantalla de su celular.
“Te estoy esperando, te veo en la sala de espera de vuelos internacionales, estoy en cafetería de las mesas verdes” Respondió.
Trascurridos algunos minutos, la figura de una mujer oriental de edad madura, se posó frente a ella, desviando su atención del periódico que leía. Alzó la vista y reconoció a Yi, inmediatamente se levantó para abrazar a su antigua compañera. Inevitablemente sonrió y su sonrisa le fue devuelta, era innegable la alegría en ambas caras.
– ¿Cómo has estado Linka, que tal la vida de una abogada normal? —le habló Yi en inglés, puesto que era el idioma “neutral” en el que habían aprendido a comunicarse. Linka no había logrado aprender chino y definitivamente el ruso le resultaba imposible a Yi.
– ¡Uy, de maravilla, no sabes! Siempre es lo mismo, quejas, inconformidades y un papeleo insoportable- Respondió Linka.
– No sé cómo has logrado adaptarse a esa vida, ¿De veras no has usado el anillo en todos estos años?
-No, ni una sola vez desde que Wheeler nos dejó.
– Yo no puedo evitar divertirme de vez en cuando con alguna inundación o fuguita de agua, soy como una justiciera anónima.
-Imagino que sí.
– Me encanta mojarlos y ver sus caras de desconcierto cuando lo hago, simplemente no se explican como ocurre. Jajaja.
– Ha de ser una gran vida.
– ¿No extrañas los viejos tiempos?
– La verdad es que no he tenido tiempo para extrañarlos, siempre estoy ocupada con las audiencias y contribuyendo a la campaña contra la radiactividad en toda Europa. En cierto modo, también soy una justiciera anónima, puesto que no soy famosa. Eso me ha permitido sobrevivir, ya que paso desapercibida.
– ¿En serio no extrañas nuestros viajes y nuestros poderes?
– Ahora que lo dices, sí, era divertido.
-Excepto cuando cocinaba Kwuame, ¿recuerdas la vez que nos preparó serpiente trompa de elefante?
– Oh si, fue un horrible espectáculo cuando la cazó y luego la destazó.
-Habíamos prometido no comer animales, pero no encontrábamos nada comestible en esa parte de África, no había ni un solo árbol frutal, la aldea más cercana estaba muy lejos y ya no nos quedaban provisiones.
– Kwuame le pidió permiso a Gaia y perdón a la serpiente por tomar su vida, ¿lo recuerdas?. Fue un ritual muy extraño. Después me sentí mal por la pobre serpiente, pero la verdad es que estábamos hambrientos.
– Así era nuestra vida. Siempre hambrientos.
Y así pasaron muchas horas, recordando viejos tiempos…
Continuará…
Chaneke Verde
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