chaneke verde

Lunes 22, todos a bordo del Jet privado del “Sr. Wheeler”, como lo llamaba Steve,  partieron de Miami con Destino al Aeropuerto Internacional de Cape Town, entiéndase Ciudad del Cabo. Calculaban un viaje de 6 horas, pero no sería problema puesto que contaban con todas las comodidades a bordo: asientos individuales, reclinables, forrados en piel, con sendas pantallas de televisión, con pantalla táctil, conexión Wi-Fi…

-Con razón nos dejaste Wheeler- comenzó la charla Linka.

– Que quieres que te diga, cuando nos separamos, regresé a la vida normal, fui a la universidad, conseguí un empleo y poco después pude comenzar mi constructora. Ya sé que piensas que traicioné nuestros ideales, ¿pero, que podría hacer? El mundo cambia, la globalización nos consume y el dinero sigue siendo lo más importante, yo sólo deje fluir las cosas y ahora soy millonario. ¿ o Prefieres caminar, para viajar?. ¿o quieres vivir vagando, cuidándote de mucha gente a quien le has arruinado los negocios? Por cierto, ¿A qué te dedicas?, no hemos platicado casi nada desde que nos volvimos a encontrar.

– Soy abogada, nunca me casé, no tengo hijos y como soy profesional independiente, no estoy ligada a un horario de oficina, así qué aunque no gano mucho, vivo bien, con lo suficiente, sin caer en el consumismo de la mayoría de las personas. De vez en cuando me doy un tiempo para salir y ahora estoy aquí, en éste viaje de reencuentros, para volver a ser planetaria. Además dirijo una campaña virtual contra la radiación.

– ¡Vaya drama! – Interrumpió Yi

– Ustedes, son tan amargados, Mané y yo no entendemos cómo podremos funcionar como equipo así- intervino Steve- ¿voy a volverme igual que ustedes?

-Esperemos que no, querido- intentó consolarle “Nancy”, como lo haría una madre amorosa.

– “Pasajeros, hemos comenzado el descenso al aeropuerto internacional de Ciudad del Cabo”- dijo el capitán a través del altavoz del Jet- “Favor de abrochar sus cinturones”.

– ¿Que le diremos a Kwuame cuando lo veamos? – Preguntó Yi

– ¿Mas bien, que nos dirá él? ¡No puede ni hablar!

– ¡No seas tan cruel Wheeler!  ¿Quién le dispararía?¿ por qué?¿ Seguiría pelando por la naturaleza?. Nunca se rindió- casi brotaban las lágrimas de los ojos de Yi, al terminar la frase.

-El primero y mas fuerte de los guerreros, siguió en pie de lucha y mira donde acabó- después de la muerte de Ma- Ti, hace 30  años, ésos ojos azules volvieron a soltar lágrimas.

-Creí que usted nunca lloraba señora Linka- le dijo Steve, al tiempo que Mané se acercaba a ella, como intentando consolarla. Definitivamente, ése animal entendía de sentimientos.

Una vez en tierra, rentaron una camioneta con chofer para que los trasladara al hospital, donde los esperaría Bakhit Ilhunga, a quien habían contactado a través de las redes sociales cuando mandó el video y ahora tenían su número celular.  No le habían explicado la relación con el paciente, simplemente que lo conocían y acordaron la fecha y hora de la reunión. Así que llegando al desvencijado hospital, se identificaron con el personal de recepción, que inmediatamente voceó por altavoz al “enfermero Barkhit Ilhunga”. Éste llegó a los pocos minutos y se presentó

– Usted debe ser el señor Robinson- dijo el joven sudafricano- los conduciré con el señor “Kwuame”, así dice llamarse, no traía ninguna identificación cuando llegó.

El grupo fue conducido por los lúgubres pasillos, entre mobiliario viejo, enfermos convalecientes postrados en el suelo y paredes carcomidas por la humedad. Se notaba el disgusto de todos por estar ahí. Finalmente, llegaron a la habitación donde se encontraba Kwuame con otras 7 personas, que veían un viejo televisor.

-Ésta es la sala de psiquiatría- les dijo Barkhit- aquí alhojamos débiles mentales y personas con secuelas cerebrales, es como un asilo para personas sin identidad, donde frecuentemente terminan abandonados por sus familias, ya que no tienen dinero para seguirlos manteniendo. Después de un tiempo, el gobierno los traslada a algún albergue. El señor Kwuame, ha tenido sido muy afortunado, no ha habido espacio en los albergues durante meses, así que lo hemos adoptado, es un paciente muy sereno. Creo que nos hemos encariñado con él. A mi me recuerda al abuelo.

– Y él se los agradece mucho- comentó Steve.

– Supongo que si- contestó Barkhit.

– Si, en serio, dice que todos ustedes son muy amables, que le encantaría tener algo de dinero con que pagarles sus atenciones y que lamenta mucho lo  que le ha pasado a la Ciudad, la falta de agua y que pronto tengas que emigrar.

– Niño, me estás asustando, creería que puedes leer la mente, de no ser porque no es un secreto que la falta de agua potable, nos está obligando a emigrar a muchos aquí.

– Es que si puedo leer la mente

– ¡Si claro, como no!

– El señor Kuame es un planetario, un defensor del planeta que controla, a través de su anillo mágico, el poder de la tierra…

– Vaya que tienes imaginación, niño- continuó en su excepticismo el enfermero.

– Señor Kwuame, muéstrele- acto seguido, comenzó a emerger de una de las grietas del piso, una delgada columna de arcilla, ampliando dicha grieta con un ligero terremoto, lo cual generó un gran miedo en el muchacho y una pequeña sorpresa entre los planetarios, quienes sabían que eso no era nada comparado con el verdadero poder del anillo. Frente a ellos, Kwuame sonreía con satisfacción desde una silla de ruedas, sin pronunciar palabra.

– Éso es nuevo- exclamó Wheeler- no sabía que el anillo del corazón podía leer la mente.

-Dice Ma- Ti, que no.  Según él, algo hay en mí, que está haciendo cambiar el anillo, lo he venido descubriendo ésta semana, luego les cuento- Acto seguido, el niño se hincó para levantar algo del piso, ¡era el anillo de la tierra, que acababa de caer de la mano de Kwuame!

-¿Pero que está pasando?- preguntó desconcertado el joven enfermero-¡ jamás pudimos quitarle ése anillo, por más que lo intentamos, era como si estuviese pegado a él! ¿Ahora simplemente se cae?

-Acláranos todo Steve- exigió Linka.

– Te lo está entregando, dice que tienes un buen corazón, él ha visto cómo has ayudado a todos los pacientes de éste  hospital, sabe que amas la naturaleza y que te duele la contaminación más que el desorden político de tu país, te ha visto curar gatos heridos que deambulan por el hospital y que hasta evitas matar a las serpientes que se aparecen por aquí. Reconoce tu bondad, que es la principal cualidad de un planetario y quiere que te nos unas porque sabe que aceptarás- Steve dejó de ver a Barkhit y junto con Kwuame, se dirigieron hacia los planetarios- El señor Kwuame, les agradece que hayan venido a verlo, pero dice que no puede continuar por las condiciones en las que se encuentra, les pide disculpas, pero dice que deja un reemplazo confiable que nos ayudará. “Hasta aquí llego yo”, es la frase que pide que les diga.

 

Continuará …

 

Chaneke verde

chanekeverdepachuca@gmail.com

Artículo anteriorEtapas del duelo
Artículo siguienteEste sábado se pronostican lluvias muy fuertes en Puebla y Veracruz
Mi nombre real es Ángel Ignacio Cano Rodríguez, soy médico. Fuera de “Mi trabajo de la vida real”, como yo lo llamo, tengo una pasión, me gusta escribir sobre temas de ecología, escribo cuentos, guiones, columnas de opinión y versos, sin ser más que un amante de la naturaleza, con la única intención de crear una consciencia ambiental en quienes me lean. Y ya que no soy una figura famosa ni un político importante, elijo permanecer en el anonimato, por eso utilizo un personaje ficticio en vez de publicar mi fotografía. Chaneke Verde. chanekeverdepachuca@gmail.com