Los sueños: más allá del mundo onírico

 Los sueños nos recuerdan que también habitamos un mundo interno que merece ser escuchado. Porque no solo soñamos cuando dormimos: soñamos también cuando proyectamos, deseamos, tememos y creamos...”

Por: Kathya Moreno

Dormimos aproximadamente un tercio de nuestras vidas. Pero mientras el cuerpo descansa, la mente se enciende en un teatro invisible donde todo es posible: los sueños. Aunque por mucho tiempo se les consideró simples “residuos del pensamiento” o expresiones sin sentido, hoy la ciencia y la psicología nos invitan a verlos como fenómenos con un profundo impacto en nuestra vida cotidiana.

Desde la neurología, sabemos que los sueños ocurren principalmente durante la fase REM del sueño (Movimiento Rápido de los Ojos), un momento en que el cerebro está casi tan activo como cuando estamos despiertos. Durante esta fase, se activan regiones relacionadas con la memoria, las emociones y la creatividad, mientras que la corteza prefrontal —encargada del juicio lógico— se desactiva. Esta combinación permite que surjan narrativas caóticas, metáforas vivas y escenas que, aunque oníricas, están profundamente conectadas con nuestra vida emocional.

A lo largo del tiempo, diversas teorías han intentado explicar por qué soñamos. Freud propuso que los sueños son expresiones de deseos reprimidos; Jung, que son mensajes del inconsciente colectivo. Más recientemente, teorías como la de la activación-síntesis (Hobson y McCarley) sostienen que los sueños son el resultado de la actividad cerebral aleatoria, que luego intentamos ordenar narrativamente. Sin embargo, hoy muchas corrientes coinciden en que los sueños cumplen funciones importantes: procesan emociones, consolidan aprendizajes y nos ayudan a resolver problemas complejos desde otra perspectiva.

Pero, más allá de lo teórico, ¿cómo influyen en nuestro día a día?

Hay mañanas en que despertamos con un sueño pegado a la piel. A veces, un sueño nos deja inquietos, perturbados o incluso inspirados. Aunque no siempre los recordamos, los sueños pueden cambiar nuestro humor, activar memorias olvidadas o traer claridad emocional. En ciertos casos, incluso han servido como brújulas: desde soluciones creativas en la ciencia o el arte, hasta revelaciones personales que impulsan decisiones importantes. La historia está llena de ejemplos: Paul McCartney soñó la melodía de “Yesterday”; el químico Kekulé vio la estructura del benceno en una visión onírica con serpientes.

No obstante, también hay sueños que nos afectan negativamente: pesadillas recurrentes, sueños de ansiedad o de trauma que nos dejan agotados al despertar. Estos no deben tomarse a la ligera. A menudo revelan conflictos internos no resueltos y pueden ser un llamado del inconsciente que necesita atención. En contextos de estrés o desequilibrio emocional, los sueños actúan como válvulas de escape, pero también como espejos.

Aprender a escuchar nuestros sueños —ya sea a través del diario onírico, la terapia o la simple reflexión matutina— puede ser una herramienta poderosa de autoconocimiento. No se trata de interpretarlos de forma literal ni de obsesionarse con cada imagen, sino de abrirse a lo que el inconsciente intenta decir cuando la razón duerme.

Los sueños nos recuerdan que también habitamos un mundo interno que merece ser escuchado. Porque no solo soñamos cuando dormimos: soñamos también cuando proyectamos, deseamos, tememos y creamos.

Y tal vez, solo tal vez, aprender a vivir con nuestros sueños —no contra ellos— sea una forma de estar más despiertos en la vida que llevamos.

Construyamos juntos la mejor versión de ti.

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