SILENCIO, OLVIDO Y DESTRUCCIÓN

Quizás algunas personas piensen, sobre todo si pertenecen a la burocracia oficialista, que plantear que en muchas comunidades dañadas o incluso arrasadas por las lluvias torrenciales de los pasados días, se percibe un sentimiento de olvido y desesperación, que es una exageración; pero no, y tampoco amarillismo. Simplemente es una realidad que se debe reconocer como tal para poder buscar verdaderas alternativas de solución y cambiarla, cambiar esos rostros de tristeza y de angustia en sus habitantes, por otros, si no de felicidad, al menos de cierta esperanza en el futuro inmediato.

Ciertamente, las afectaciones son muchas en los cinco estados donde las lluvias “atípicas” inundaron ciudades, como Poza Rica, Veracruz, o aludes enormes que cubrieron localidades completas; cerros se desgajaron partiendo comunidades y derribando carreteras, caminos y puentes en Hidalgo, la Sierra Norte de Puebla y la Huasteca veracruzana, principalmente.

Aún las autoridades no logran cuantificar la magnitud de los daños, el número de damnificados ni el total de comunidades afectadas, pues existen, todavía a 16 días de la tragedia, muchas de ellas incomunicadas.

Como lo he mencionado en colaboración anterior, la respuesta gubernamental ha sido lenta, reclamo que le hicieron con justa razón los habitantes de Poza Rica a su gobernadora, Rocío Nalhe que, a decir de algún columnista, estaba fuera de su estado, de “descanso”, cuando Poza Rica, Ilamatlán y Álamo Temapache estaban ya bajo el agua y el lodo.

Así aconteció también en Hidalgo, con varios presidentes municipales morenistas, que aparecieron varios días después de la tragedia y, obviamente, fueron repudiados por sus gobernados y completamente rebasados por la desastrosa situación; al parecer, algunos aún siguen sin procesar el desastre y sus consecuencias.

En Hidalgo, alrededor de 400 comunidades fueron afectadas; en varias de ellas sus habitantes perdieron el patrimonio de toda una vida, muy pequeño patrimonio en lo general; pero era su hogar, su tierra o su cultivo. Hasta el día de hoy, por el gran número de escuelas dañadas, de acuerdo con las cifras oficiales, alrededor de 35 mil niños y jóvenes siguen sin poder regresar a clases. Y, de acuerdo con la coordinadora nacional de Protección Civil Federal, Laura Velázquez Alzúa, “… hasta este jueves 23 de octubre dio cuenta de 12 mil 634 viviendas que fueron afectadas en distintas magnitudes”– de las 857 mil 174 casas habitadas en Hidalgo—(La Silla Rota, 23 de octubre).

La presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, en su mañanera, mencionó que ,“En cuanto al censo para la entrega de un primer apoyo de 20 mil pesos, vales de despensa y vales para enseres, se han censado 13 mil 673 viviendas en los 28 municipios (afectados) de la entidad; el segundo apoyo será de 25 mil pesos para damnificados con afectaciones menores y 75 mil pesos para afectaciones mayores, mientras que cuando sea pérdida total de vivienda se coordinará con la Comisión Nacional de Vivienda”. Mencionó que en algunos casos los “apoyos para afectados (podrán ser) de hasta 95 mil pesos”.

Lo cierto, sean 25 mil, 75 mil o 95 mil, no les alcanzará para volver a construir una casa a las familias que perdieron su hogar; por ejemplo, la propia Comisión de Vivienda en Hidalgo tiene cuantificado que para la construcción de un cuarto de 12 m2 se requiere al menos 62,500 pesos. Por lo tanto, se debería diseñar un plan de vivienda serio, muy serio, tomando el ejemplo de otros países que en menos de seis meses han logrado levantar a su nación después de una tragedia de esta o peores dimensiones; no parches, no remiendos, acciones que verdaderamente lleven a resolver la desgracia de los miles de damnificados: víveres suficientes (que incluyan maíz), reconstrucción de carreteras y caminos, energía eléctrica (a pesar de que la CFE anunció que ya había restablecido el servicio en el ciento por ciento de las comunidades, aun existen varias sin el servicio y en muchas otras este es intermitente), agua potable, apoyo al campo devastado y un gran programa de empleo temporal.

Mención especial merece el municipio de Huehuetla, uno de los más afectados, junto con Tianguistengo y Zacualtipán, donde “la reciente inundación dejó casas, calles y negocios cubiertos de lodo, cientos de familias desplazadas y localidades incomunicadas” por el colapso de caminos, la carretera principal y el desbordamiento del río Pantepec. Hoy la población vive entre el lodo pestilente, convertido ya en foco de infección, ante la mirada indolente de las autoridades; falta maquinaria y hasta diésel para operar la ya existente, a decir de los propios mandos de la Marina y del Ejército que se encuentran en la zona, añadiendo la falta de un acceso adecuado y seguro para poder introducir maquinaria de mayores dimensiones.

Vecinos del municipio, encabezados por los dirigentes regionales del antorchismo hidalguense, acudieron a solicitar urgente limpieza y sanitización a la presidencia municipal y a las brigadas de apoyo; hasta hoy no hay respuesta. Por lo pronto, jóvenes hidalguenses y del Estado de México, integrantes activos de la FNERRR, se sumaron a las brigadas de limpieza en los hogares más afectados de Huehuetla, muestra de que el pueblo es el primero que acude en auxilio del pueblo en sus desgracias. El Movimiento Antorchista sigue, de la mano con las familias damnificadas, demandando un verdadero plan de reconstrucción, que contemple la limpieza de las casas, su evaluación estructural y la reposición de los hogares perdidos, tanto en Huehuetla como en el resto de los municipios.