Santa Ana Hueytlapan se llenó de color, música y sabor en la XI Feria del Mole, donde 25 cocineras compitieron por conquistar los paladares
En Santa Ana Hueytlapan, el corazón de la comunidad latía al ritmo de los metates y las risas de las cocineras que, con manos firmes y corazones alegres, dieron vida a una de las tradiciones más queridas: el Concurso del Mole, que este año celebró su 17ª edición dentro de la XI Feria del Mole.
Entre ollas humeantes y mesas repletas de ingredientes, Clara Calderón Álvarez destacó con su mole profundo y perfumado, el cual conquistó al jurado por su equilibrio entre dulzor, picor y tradición. Cuando su nombre fue anunciado como ganadora, el aplauso del público resonó entre los acordes del trío que amenizaba la jornada. Con una sonrisa tímida, recibió su premio de manos de la presidenta Lorena García Cázares, agradeciendo a su abuela —su primera maestra en la cocina— por el legado que la llevó al primer lugar.

A su lado, María Layda Allende Tolentino y Micaela Pérez Castro, segundo y tercer lugar respectivamente, compartieron abrazos y anécdotas de sus recetas, cada una con su toque secreto y la sazón que solo la experiencia y el cariño pueden dar.
Este año, el concurso tuvo una novedad: las participantes prepararon el mole a la vista del público, lo que convirtió la plaza en un espectáculo de color y sabor. El sonido de los molcajetes, el crujir de los chiles al asarse y el murmullo del público se entrelazaron en una melodía que olía a historia.
Pero el mole no fue el único protagonista. Un concurso de oratoria infantil en otomí llenó de orgullo a los asistentes, mientras una pasarela de indumentaria tradicional recordó que la identidad se lleva con la misma dignidad con la que se sirve un buen plato.
La feria fue un festín de aromas y sonrisas. Familias enteras recorrieron los puestos de artesanías y mole para llevar, mientras los visitantes no dejaban de tomarse fotos junto a los coloridos altares y las cazuelas humeantes.
Santa Ana Hueytlapan se convirtió, una vez más, en un símbolo de unidad, sabor y orgullo cultural.
Y mientras el sol se ocultaba detrás de las montañas, el eco de los aplausos, la música y el olor del mole parecían decir lo que todos sentían: las tradiciones siguen vivas, y en cada cucharada, cuentan la historia de un pueblo que no olvida su sabor.





































































