“Hay que liberarse de la nacionalidad. Somos un ser terrestre, extraterrestre e intraterrestre, porque habitamos, no sólo en el espacio, sino también en el interior de la materia, porque la vida no tiene más tamaño. Eres un gigante del macrocosmos y eres un átomo del microcosmos”.
Alejandro Jodorowsky
por José Antonio Alcaraz
Estamos próximos a festejar el Día de la Independencia de México. Desde hace tiempo, decidí, por intuición, reclamar mi libertad y no venerar más una bandera, unos símbolos patrios y personajes que “dieron patria y libertad” así como cantar un himno sangriento de un país que es producto de una sucesión de conquistas, matanzas, guerras, dominios e imposiciones.
Sí, nací en México. Disfruto vivir aquí, sobre todo por su amplia variedad culinaria, colores, aromas y sabores y desde luego su gente. Pero en verdad, ya no me identifica tener una nacionalidad; no es un desprecio, sino un reconocimiento a esa libertad:
“Quiero que imagines, por un momento, que tienes la capacidad de levitar por el cielo hasta llegar a la Luna y, desde ahí, observar la tierra. ¿Qué vez?, creo que, desde ese ángulo, nos daríamos cuenta que no vivimos en un país, que las fronteras son imaginarias, y nuestra verdadera patria es el mundo. Somos terráqueos, UNA HUMANIDAD”.
Sin embargo, desde que nacemos nos etiquetan con algo llamado NACIONALIDAD. Se expande a través de un nombre, idiomas, religiones, costumbres y hasta gastronomía. Te has dado cuenta que, cuando nace un bebé, las personas suelen decir “vino al mundo”; no dicen “vino a México” o “vino a determinado país, estado o municipio”.

Mientras, en las escuelas se refuerza ese nacionalismo al fomentar una historia (para mi dudosa) que va grabando en la mente un amor patrio, una identidad y veneración, que nos distingue y nos separa de otros seres humanos a quienes les llamamos “extranjeros”.
Es muy común observar ese ORGULLO patrio aflorar cada vez que juega la Selección Mexicana de Fútbol (no tengo nada contra este deporte) en el que las pasiones se desbordan, y se busca ser MÁS CHINGÓN QUE LOS DEMÁS PAISES.
También en las fiestas patrias, como la de este 15 de septiembre se descoyuntan los instintos de las personas: hay excesos (alimentos, bebidas alcohólicas, cigarrillos y hasta estupefacientes), la contaminación (fuegos artificiales y basura que se genera) y las pasiones embrutecen y bajan la vibración energética a más de uno.

“Mexicanos, al grito de guerra”, “guerra, guerra sin tregua”, “tus campiñas con sangre se rieguen sobre sangre se estampe su pie”, “el clarín con su bélico acento” son algunas estrofas del Himno Nacional Mexicano.
Para unos, es de los mejores del mundo; aunque, para otros es muy violento. ¿Qué nos han querido sembrar en la mente subconsciente?

Hoy estamos en un punto único de reclamar una libertad, nuestra consciencia a través del DESAPRENDISAJE. Los problemas que atañen a un país por separado, son pequeños en relación con los problemas que aquejan al planeta entero.
Por ello, mientras nos encerremos en países y los defendamos como patria absoluta, nunca lograremos vencer esa catástrofe que atenta con el libre albedrio, las vidas y el planeta. Somos ciudadanos terrestres, unidos por el amor, vida y conciencia
AVISO: Mi intención no es transgredir las festividades, arraigos culturales, gastronómicos y ese orgullo patrio. Al contrario, es una reflexión, disfrutemos con consciencia, evitemos la pirotecnia que lastima a muchos animales, contamina el aire y bajan la vibración, principalmente, de los árboles.