Toda su vida es y será por siempre un mito. hay varias versiones de su nacimiento, tanto de la fecha como del lugar donde nació, pero se dice que llegó a este mundo el 7 de mayo de 1919. Su destino fatal estuvo marcado desde su nacimiento. Su padre tenía otra familia y jamás la reconoció ni a ella, ni a sus hermanos ni a su madre. Fue esposa del presidente Perón en Argentina, quizá brilló mucho más que él. EL cáncer en la matriz que le fue diagnosticado dos años antes no tuvo piedad de ella. Murió el 26 de julio de 1952. Sin embargo, Eva Perón no pudo descansar en paz. Fue embalsamada y su cuerpo fue mantenido en exposición. Cuando su esposo fue derrocado de la presidencia, el cuerpo de Evita fue robado y estuvo desaparecido durante 14 años. Hoy reposa, por fin, en el cementerio de La Recoleta en Buenos Aires.
Se ha escrito mucho sobre ella, biografías autorizadas o no, novelas históricas, reportajes novelados, historias con ficción. Cada texto y cada mirada la transforman y la encierran en cautiverios. Entre los textos que hacen referencia a ella hay de toda calidad y de toda profundidad. Hoy, para evocarla voy a recorrer algunos de ellos.
En la autobiografía titulada “La razón de mi vida” (1952), ella pudo compartir, de la mano del escritor Manuel Penella de Silva, el dolor que le causó la injusticia que desde pequeña padeció y marcó su vida:
“Para explicar mi vida de hoy, es decir lo que hago, de acuerdo con lo que mi alma siente, tuve que ir a buscar, en mis primeros años, los primeros sentimientos… He hallado en mi corazón, un sentimiento fundamental que domina desde allí, en forma total, mi espíritu y mi vida: ese sentimiento es mi indignación frente a la injusticia. Desde que yo me acuerdo cada injusticia me hace doler el alma como si me clavase algo en ella. De cada edad guardo el recuerdo de alguna injusticia que me sublevó desgarrándome íntimamente.”
En 1963 se dio a conocer “Esa mujer”, un cuento de Rodolfo Walsh que hace Referencia al momento en que fue robado el cadáver de Evita:
“Algún día (pienso en momentos de ira) iré a buscarla. Ella no significa nada para mí, y sin embargo iré tras el misterio de su muerte, detrás de sus restos que se pudren lentamente en algún remoto cementerio. Si la encuentro, frescas altas olas de cólera, miedo y frustrado amor se alzarán, poderosas vengativas olas, y por un momento ya no me sentiré solo, ya no me sentiré como una arrastrada, amarga, olvidada sombra”.
Un texto literario que causó gran polémica porque sitúa a Eva en un contexto rodeado de prostitutas, homosexuales y en escenas eróticas fue el presentado por Néstor Perlongher titulado “Evita vive” (1975):
“Soy Evita». «¿Evita?»–dije, yo no lo podía creer–. «¿Evita, vos?» –y le prendí la lámpara en la cara. Y era ella nomás, inconfundible con esa piel brillosa, brillosa, y las manchitas del cáncer por abajo, que –la verdad– no le quedaban nada mal. Yo me quedé como muda, pero claro, no era cosa de aparecer como una bruta que se desconcierta ante cualquier visita inesperada. «Evita, querida» –ay, pensaba yo–»¿no querés un poco de cointreau?» (porque yo sabía que a ella le encantaban las bebidas finas). «No te molestes, querida, ahora tenemos otras cosas que hacer, ¿no te parece?» «Ay, pero esperá», le dije yo, «contáme de dónde se conocen, por lo menos». «De hace mucho, preciosa, de hace mucho, casi como del África» (después Jimmy me contó que se habían conocido hacía una hora, pero son matices que no hacen a la personalidad de ella. ¡Era tan hermosa!),”
El libro que considero más significativo y de gran calidad literaria fue el que escribió Tomás Eloy Martínez, “Santa Evita” (1995), el más conocido, pero también el más leal a la voz y vida de esta inolvidable mujer que le pedía a Argentina no llorar por ella:
«Hablaba sin mirarme. De vez en cuando tomaba aliento y señalaba con el índice a sus amigos, que respondían con económicos murmullos de aprobación. Yo tampoco lo interrumpí. salvo cuando me perdía en el laberinto de fechas y de lugares donde Ella, indiferente había yacido. ‘Lo más perturbador fue la seguidilla de flores y de velas’, insistió Corominas. Nunca se llegó a saber quién las puso. Donde quiera estaba el cuerpo, aparecían las velas tarde o temprano. Un día las dejaron al lado de mi despacho, ante mis propias narices. Ahí se me agotó la paciencia. Urdí entonces una estrategia para enterrar a esa persona lejos de acá, al otro lado del mundo. Se la llevó Galarza, como le dije. Yo me quedé con el título de propiedad de la tumba. Todavía lo tengo’. Era un papel amarillo, trasegado, inservible.
-Está vencido -le dije señalándole la fecha.
-No Importa. Es la prueba de que la tumba fue mía.
-Nadie la visitaba.
-Claro que sí, la hermana Giuseppina Airoldi. Iba domingo por medio si
alguien dejaba las malditas flores…”
La fascinación por ella no ha terminado y al empezar el siglo XXI se publicó “Evita, la loca de la casa” (2003), novela de Daniel Herrendorf, que como lo dice el título le asigna una voz caótica y perdida, dolorosa y compleja:
«Ya dejen de cantar esa marcha insolente en la plaza de las victorias fingidas, que éste es un final de verdad -dice Eva-. Qué puedo hacer ahora si estoy tiesa en una cama caótica y me muero de un cáncer que me revuelve las entrañas. A veces la fidelidad del pobrerío campestre tenía algo de irreal, como si la canción del primer trabajador fuera repentinamente incierta. Entonces era cansador oír tantos reclamos, si ya sabemos que el país está lleno de pobres. Qué novedad me traen estos infelices.»
Así, loca y santa, enterrada y desenterrada, orgullosa o llorosa, Eva Perón sigue latente, su historia no deja de interesar, los pedazos de su vida no dejan de caer como hojas en otoño. Alguien siempre evocará esa infancia llena de penurias, esa absurda ilusión de querer ser actriz, el día que conoció a Juan Perón, militar retirado que regresó a la vida política para convertirse en presidente en 1945 y junto a él Eva, apoyándolo, en un tiempo que las mujeres no tenían derecho a votar. Así, en su primer discurso, ya como primera dama, Eva hizo referencia a los derechos políticos de las mujeres argentinas. por eso se le considera pionera y gran representante de los derechos femeninos en su país. En 1949 fundó el partido femenino peronista. Se le bautizó oficialmente como la jefa espiritual de la nación. Fue una excelente oradora. sus discursos conmovían y resultaron representativos para que el pueblo pasara de la admiración a la adoración. Eva Perón, Evita, mito y realidad de la historia de argentina, de las historias de mujeres. La poeta María Elena Wlash le escribió: “Cuando los buitres te dejen tranquila y huyas de las estampas y el ultraje. Empezaremos a saber quién fuiste”.




































































