arturo moreno

¿Es en serio? Cuando lo miré me dio risa, simplemente carcajadas a todo pulmón y en cuanto recuperé el aire me quedé asombrado, perplejo y al mismo tiempo un tanto incrédulo, pero después de todo vivo en México y tal como lo expresó Salvador Dalí en su momento aquí todo es surrealismo.

Y bueno a todo esto porque mi hilaridad, pues bien resulta que el Senado de la república, como ya es costumbre, ha instalado el árbol de navidad, bueno en realidad esta vez no es un árbol sino una pirámide que se levanta en el patio del Federalismo. Lo que más llama la atención es la figura del dios prehispánico Quetzalcóatl —la serpiente emplumada, creador del cielo y de la tierra— que desciende hasta el suelo en zigzag. Entre las ramas se han colocado algunos motivos precolombinos, esferas de colores y en lugar de una estrella, el árbol está coronado con un penacho. Probablemente sea una alegoría al de Moctezuma II.

Y a pesar de tanta singular hilaridad y mal gusto creo que, después de todo, no me sorprende ya que los gobiernos emanados de la revolución por momentos fueron muy brutos. Más papistas que el papa, asumían causas sin sentido común, exacerbaban el nacionalismo, enaltecían el sentido de lo mexicano sin ton ni son y, sobre todo, encendían el ánimo revolucionario –y robolucionario- que todo lo invadía. El nacionalismo dogmático salía hasta de las coladeras del México que se reconstruía tras los aciagos años de la revolución. Y por supuesto ésta 4T no es más que una exaltación a ese chauvinismo exacerbado y ridículo.

Después de todo lo que ha vivido México desde 1910, los gobiernos priistas y panistas la gente pudo pensar que lo había visto todo. Ya nada parecía sorprender y sin embargo, el gobierno siempre tiene un as bajo la manga.

Tal como hoy en día aquel mes de diciembre de 1930, con el tradicional Guadalupe-Reyes, apareció publicada una nota que dejó perplejos a propios y extraños; era una noticia que parecía propia del 28 de diciembre, día de los inocentes; pero no, los periódicos señalaban: “Quetzalcóatl será el símbolo de la Navidad en nuestro país”.

De acuerdo con algún lúcido funcionario del gobierno de Pascual Ortiz Rubio, desde ese año y en adelante, sería la “serpiente emplumada” -adorada por distintas naciones indígenas en el mundo prehispánico como símbolo de civilización- y no Santa Claus quien le traería regalos a los niños la noche del 24 de diciembre.

A la mañana siguiente el escándalo: “Quetzalcóatl arma alboroto”. ¿Quién iba a repartir los regalos a los niños una “piedra emplumada”? ¿Se usaría a un “dios pagano” para celebrar el nacimiento de Cristo? ¿Soportarían los católicos –que aún tenían abiertas las heridas de la guerra cristera- una nueva ofensiva del gobierno jacobino y revolucionario sobre sus creencias, dogmas y devociones?

La sociedad se opuso por completo a la disposición oficial; no tanto por defender al de por sí antipático Santa Claus, sino porque la Navidad era una celebración católica donde se conmemoraba el nacimiento de Cristo y si dentro de esa tradición, San Nicolás ya figuraba, no había por qué hacer cambios.

Sin embargo, los defensores de Quetzalcóatl esgrimían razones contundentes a cada reticencia para sustituir al “exótico” viejito. El mítico dios reunía todas las virtudes: era sabio, civilizador, artista, honesto, pacífico, divino, y hasta cristiano, pues no se había olvidado la sospecha de que realmente hubiera sido el mismísimo Santo Tomás, que habría evangelizado a los indígenas americanos antes que la corona española.

Entre dimes y diretes, el proyecto oficial siguió adelante y el 23 de diciembre, se celebró el anunciado festival en el Estadio Nacional, donde se construyó como escenario para la magna función, un gran teocalli, donde hubo bailes folclóricos, tablas gimnásticas muy mexicanas, y toda una oda al neo indigenismo posrevolucionario, antes de que hiciera su aparición el mismísimo Quetzalcóatl quien entregó dulces, regalos y “sweaters rojos” a 15 mil niños.

Para fortuna del sentido común y de la población que rechazó la idea desde el principio, luego de esa bufonada del gobierno de Ortiz Rubio, Quetzalcóatl volvió a dormir el sueño de los justos dentro del Museo de Arqueología –hoy Antropología- donde descansa en su forma de serpiente emplumada.

No cabe duda éste país es muy ocurrente ¿Tú lo crees?… Sí yo también.