Por Roberto Cienfuegos J.
Más que un informe de gobierno a la usanza tradicional, y en contra de muchas opiniones críticas y de propuestas diversas para un cambio de ruta gubernamental, el principal mensaje de la víspera del presidente Andrés Manuel López Obrador, obstinado como es y poderoso como se siente, fue que a pesar de los pesares no habrá ningún cambio de rumbo y mucho menos una cirugía mayor en la Cuarta Transformación, lo que dejó a muchos con los crespos hechos y podría agudizar los disensos en México.
Enfático, pero sobre todo convencido de que aún goza de un respaldo ciudadano sólido y mayoritario, López Obrador minimizó a sus críticos al señalar que “algunos” piden que se gobierne en sentido distinto, “que prescindamos de nuestro ideario y de nuestro proyecto, que apliquemos recetas económicas contra las que hemos luchado o que seamos tolerantes con la corrupción que nos propusimos erradicar”.
Piden, en suma, asentó, “que yo traicione mi compromiso con la sociedad, que falte a mi palabra y que renuncie a mi congruencia”.
Pero eso “lógicamente, no va a ocurrir. Ya está en marcha la nueva política económica sustentada en la moralidad, la austeridad y el desarrollo con justicia”, precisó.
Ratificó en idéntico sentido que se mantiene “el compromiso de terminar de sentar las bases del México del porvenir para el primero de diciembre próximo, cuando se cumplan dos años de gobierno”.
A partir de entonces, una vez que se tengan construidos los cimientos, “solo quedará la tarea de terminar la obra de transformación y seguir gobernando con rectitud y amor al pueblo para contar siempre con su respaldo”, anticipó.
Dijo más: “Estoy convencido que la mejor manera de evitar retrocesos en el futuro depende mucho de continuar con la revolución de las conciencias para lograr a plenitud un cambio de mentalidad que, cuando sea necesario, se convierta en voluntad colectiva, dispuesta a defender lo alcanzado en beneficio del interés público y de la nación”.
En consecuencia, arengó a seguir “haciendo historia; sigamos pues, haciendo patria, por nosotros y por las nuevas generaciones, que sabrán honrar la dignidad de nuestro pueblo y la grandeza de México”.
Descartó entonces y absolutamente la adopción de nuevas rutas y acciones gubernamentales, así se hayan presentado “circunstancias imprevistas e infortunadas como la pandemia de COVID-19” que obligan a hacer ajustes, pero “no vamos a apartarnos, en lo esencial, del espíritu, del compromiso adquirido”.
Insistió en que las acciones de gobierno expresan “lo que hemos soñado, diseñado y ofrecido desde hace muchos años; corresponden a una visión de país y a una visión de lo que debe ser un mundo justo y fraterno”.
Aunque prematuro quizá cuando están pendientes más de 50 meses de su gestión, el mandatario dijo que “purificar la vida pública” de México será su principal legado.
Queda clara y ratificada entonces la convicción profunda del presidente de que el único camino, la única receta en estos tiempos de pandemia para el país es la «cuarta transformación», después de la independencia, las reformas liberales y la revolución.
Un cambio profundo, un nuevo régimen, un antes y un después constituye la prescripción. El tiempo dirá si fue la adecuada, pero por ahora no hay ningún cambio en el horizonte nacional, así llueva, truene o relampaguee.
@RobertoCienfue1