La historia es una disciplina que se basa en hechos objetivos e interpretaciones subjetivas derivadas de esos hechos. Si de lo ocurrido sobre un mismo hecho del día anterior un periódico interpreta una cosa y otro diario otra, según su línea editorial, ¿qué no sucederá sobre hechos ocurridos hace años o siglos?
He oído a colegas historiadores categorizar sus interpretaciones históricas como objetividades. También he leído frases del tipo «la historia es la que es», sin caer en la cuenta de que el contexto actual no es aplicable a la situación histórica de ese momento.
Lo que para unos fue una invasión francesa, para otros fue recibir los valores de la Revolución. Bajo mi punto de vista, el peligro de interpretar hechos históricos acarrea interpretaciones históricas parciales e ideologías tanto de un lado como de otro.
En nuestro país ha surgido una revaloración histórica en cuanto al pasado prehispánico se refiere, esto pareciera con un claro afán de buscar un cambio de mentalidad en las actuales y futuras generaciones que requieren modificar sus actitudes para formarse como seres solidarios y conscientes de ese pasado precolombino y de sus protagonistas.
Sin embargo cabe formularse si el cambio de paradigmas en cuanto al pasado prehispánico se debe a la formación de nuevos esquemas de pensamiento solidario y reivindicativos con estos grupos indígenas o es el resultado de un plan que beneficiaría solo al gobierno en turno para sus propios fines y por ende su propia visión de los hechos acorde a sus beneficios políticos. ¿Habrá truco o es una justa revaloración histórica? Lo que estamos viviendo tiene cierto analogía con un episodio histórico que se desarrolló en la China del siglo pasado, veamos:
El fundamento ideológico de la “Revolución Cultural China” se encuentra en el llamado “Libro Rojo” una colección de aforismos del presidente Mao-Tse-Tung sobre diversos temas. Para sus seguidores, este pequeño volumen se convirtió en una especie de Biblia, un talismán capaz de obrar incluso milagros. La prensa china de la época informó que unos médicos que lo utilizaban habían conseguido devolver la vista a unos ciegos.
Mao era autentico objeto de culto. Recibía alabanzas extravagantes como: “el presidente Mao es un genio”, “una frase suya es mejor que diez mil de las nuestras” o “el presidente Mao es el rojo sol de nuestros corazones”. Para el cambio que China requería era necesaria una Revolución Cultural que desato en 1966 una ofensiva contra los rivales de Mao y por ende de China.
Los dirigentes de derecha que seguían el camino capitalista debían ser diezmados y solo la izquierda comunista era el verdadero cambio, inicio así una fuerza paramilitar, los guardias rojos, que se adueñaron del país y lo sumieron en el caos.
La mayoría de los miembros de los llamados guardias rojos eran jóvenes estudiantes, convencidos de que había que devolver a China a la auténtica senda revolucionaria. Perseguían a cualquier sospechoso de desviación ideológica, muchas veces por motivos nimios, como escuchar música de Mozart o poseer una cartera de piel, objeto demasiado lujoso para un comunista. Este tipo de comportamientos se criticaban como manifestaciones de espíritu burgués.
En la universidad los guardias humillaban públicamente a los profesores acusados de aburguesamiento. Les ensuciaban el rostro de tinta y les colocaban en la cabeza una especie de orejas de asno. La vida valía muy poco y podía perderse por cualquier motivo. Se llegó también a considerar que el color rojo, símbolo del comunismo, fuera el que diera el paso en los semáforos; mientras que el verde, color burgués, pasaría a indicar el momento de detenerse.
Pasado un tiempo Mao-Tse-Tung comprobó que la situación se le escapaba de las manos. No podía permitir que el partido comunista y el Ejército perdieran su influencia, así que puso freno a la acción de los ultraizquierdistas que con el “Libro Rojo” en mano proclamaban a Mao como un sempiterno Dios y declaro que la Revolución Cultural debía repetirse cada siete u ocho años para renovar los principios revolucionarios.
No es fácil precisar cuándo concluyó la Revolución Cultural. En cualquier caso China no recuperó una cierta normalidad política hasta después de la muerte del “Gran Timonel” Mao-Tse-Tung en 1976; cuando poco a poco Mao dejo de ser un guía infalible para ser recordado como un “camarada” con aciertos y errores.
Los cambios de nombre a ciertas calles, la remoción de monumentos y emblemas que por años se conocían con otro mote no son hechos aislados son, según el argumento dado recientemente, una revaloración a los pueblos originarios.
¿Será cierta la búsqueda de revalorización hacia ese sector de la población? sí bien es merecedora de reconocimiento, no sería válido que nuevamente y de acuerdo a intereses mezquinos se utilice solo para consolidar un proyecto de gobierno, una transformación de acuerdo a su eslogan. Busquemos cambios de fondo no solo de forma.
¿Tú lo crees?… Sí, yo también.