En México gobierna un curioso dictador que permite manifestaciones multitudinarias en su contra sin reprimirlas, sin encarcelar, golpear, perseguir o asesinar a nadie. Un dictador que no ha cerrado ni nacionalizado ningún medio de comunicación, sean negocios, como periódicos o revistas o medios concesionados como noticiarios y programas de radio y televisión a pesar de sus constantes ataques con noticias falsas para desacreditar su gobierno.
Comunicadores que diario lo atacan, con mentiras, y no son perseguidos ni expulsados de sus medios y tampoco desterrados ni mandados asesinar por el gobierno. Un dictador que todos los días por la mañana se enfrenta a la prensa. Responde, sin temor a cuestionamientos, preguntas incómodas o tendenciosas, con amabilidad, pero con claridad.
Sus adversarios dijeron que convertiría el país en una Venezuela o Cuba. Cuatro años han pasado y eso no ha ocurrido. Dijeron que se devaluaría el peso frente al dólar y por el contrario se tiene un peso fuerte. Que si su aeropuerto tenia la torre chueca, que parecía una terminal de autobuses corriente, de mal gusto, mal hecha, que no tiene movimiento de aviones y pasajeros, que su refinería no refina, que su tren está destruyendo la selva.
Puras mentiras de gente que dejó de recibir grandes cantidades de dinero afectados por la falta de publicidad, por la falta de negocios indebidos, por gastos no prioritarios, por cancelación de negocios disfrazados de fideicomisos. Otros obligados a pagar correctamente sus impuestos. Las inconformidades tienen un rostro y un olor que es el del dinero. Un dictador que iba a destruir a México.
En eso si tuvieron razón. Está destruyendo al México de lideres corruptos, empresariales y políticos. EL México de corrupción. El México de enormes desigualdades. EL México de los pueblos agraviados y olvidados. El México sin hospitales y universidades suficientes. Ese México tiende a desaparecer.
Por Sergio Calvo Navarijo