Cómo las celebraciones familiares destacan el valor de la privacidad en contraste con visiones colectivistas, según una opinión de Mises
El Día de Acción de Gracias, una de las festividades más representativas de Estados Unidos, se consolidó como un símbolo de unidad familiar y celebración de la vida privada. No obstante, una reflexión del Instituto Mises analiza cómo estas tradiciones, profundamente arraigadas en la esfera doméstica, contrastan con las políticas colectivistas promovidas por regímenes totalitarios, como el soviético.
Su origen tenía un propósito político más evidente. En 1789, George Washington proclamó un día nacional de gratitud para celebrar la adopción de la Constitución de Estados Unidos. Más tarde, en 1863, Abraham Lincoln utilizó esta festividad para fomentar la unidad nacional durante la Guerra Civil, invitando a los estadounidenses a agradecer por los avances militares del Ejército de la Unión. Con el tiempo, esta fecha evolucionó para convertirse en un día de reunión familiar y reflexión privada, alejándose de los objetivos propagandísticos con los que fue promovida en sus inicios.
Ryan McMaken, director ejecutivo del instituto, argumenta que esta transformación refleja la relevancia de la vida familiar y privada como pilares de la sociedad moderna. La cena de Acción de Gracias, celebrada en la intimidad de los hogares, contrasta profundamente con los ideales de regímenes totalitarios como el soviético, donde se intentó erradicar la privacidad doméstica en favor del control estatal. Tras la Revolución de 1917, el régimen comunista buscó reorganizar la vida de los ciudadanos en apartamentos comunales llamados kommunalki, donde siete o más familias compartían una única cocina y baño.
Según McMaken, esta práctica no solo respondía a una necesidad económica, también estaba impulsada por la ideología. Las cocinas privadas eran vistas como un símbolo de la «vida burguesa» que el régimen intentaba eliminar. En 1923, un panfleto propagandístico titulado Abajo la cocina privada promovió la idea de que las comidas familiares tradicionales eran ineficientes e ideológicamente reaccionarias. Para reforzar el control estatal, se alentó a los ciudadanos a alimentarse en comedores estatales conocidos como stolovayas, donde la propaganda comunista era una parte integral de la experiencia.
El periodista ruso Alexander Genis describió las cocinas comunales como «zonas de guerra», debido a los constantes conflictos entre vecinos que compartían estos espacios. Además, las cocinas se convirtieron en lugares de riesgo, donde cualquier comentario considerado desleal podía resultar en una denuncia a las autoridades. Según testimonios de la época, muchas familias preferían llevar los alimentos a sus habitaciones y comer en privado para evitar problemas.
Por su parte, el articulo destaca que el Día de Acción de Gracias estadounidense tiene su énfasis en la privacidad y la autonomía familiar. Las cenas realizadas en viviendas privadas simbolizan no solo una celebración de los lazos familiares, sino también una reivindicación de la libertad individual frente a las imposiciones colectivistas. Este contraste puede resaltar el valor de la vida doméstica como un espacio de libertad y conexión humana que permanece al margen del control estatal.