“La maternidad no es sinónimo de perfección. Las madres también arrastran sus propias historias, carencias y traumas no resueltos. […] Ser una buena madre no implica no equivocarse, sino tener la capacidad de reconocer errores, pedir perdón, poner límites sanos y acompañar emocionalmente a los hijos en su desarrollo..”
En la cultura occidental, la figura de la madre ha sido tradicionalmente idealizada. Se le asocia con el amor incondicional, el sacrificio, la ternura y la protección. Este arquetipo materno, profundamente arraigado en el inconsciente colectivo, ha funcionado como un pilar simbólico de la familia y la sociedad. Sin embargo, desde una perspectiva psicológica, es esencial romper con la idea de que todas las madres son buenas por el simple hecho de ser madres . No todas las mujeres que dan a luz ejercen una maternidad saludable, ni todos los vínculos maternos están libres de conflicto, dolor o incluso daño.
Las heridas emocionales que deja una madre ausente, negligente, manipuladora o emocionalmente inestable son profundas y muchas veces invisibles. Cuando el acompañamiento materno carece de empatía, contención o validación, los hijos crecen con una imagen distorsionada de sí mismos. Surgen entonces los llamados “complejos maternos”, que pueden manifestarse en la adultez como baja autoestima, dificultades para establecer vínculos sanos, miedo al abandono o una autoexigencia paralizante.
Desde la psicología analítica, se habla de la “madre devoradora” como un arquetipo negativo: aquella que, consciente o inconscientemente, anula la individualidad del hijo y lo retiene en una dependencia emocional sofocante. También está la madre ausente, que aunque básicamente presente, está desconectada emocionalmente, lo cual puede ser igual de doloroso. En ambos casos, el desarrollo de la identidad del hijo se ve comprometido, y el proceso de individuación se vuelve más difícil.
En este contexto, es importante también reconocer a las nuevas madres, aquellas que comienzan el viaje de la maternidad con miedo, amor y responsabilidad. Traer un hijo al mundo no es una tarea sencilla: es una bendición cargada de desafíos, noches sin dormir, dudas internas y cambios profundos a nivel físico, emocional y psicológico. Criar no es solo alimentar y proteger, sino también formar, sostener y reflejar. Cada madre que elige hacerlo con conciencia y apertura está sembrando semillas de salud emocional para el futuro.
La reflexión aquí no es para juzgar, sino para comprender. La maternidad no es sinónimo de perfección. Las madres también arrastran sus propias historias, carencias y traumas no resueltos. Pero es precisamente por eso que el compromiso con la crianza consciente debe ser más fuerte. Ser una buena madre no implica no equivocarse, sino tener la capacidad de reconocer errores, pedir perdón, poner límites sanos y acompañar emocionalmente a los hijos en su desarrollo.
Hoy, en medio de tantos discursos idealizados, es fundamental visibilizar que la salud mental también comienza en la infancia, y que el vínculo materno tiene un papel crucial en esa construcción. Las madres que se esfuerzan cada día por criar con amor, responsabilidad, límites claros y escucha activa merecen todo nuestro reconocimiento. A ustedes, buenas madres, que no son perfectas, pero sí presentes y emocionalmente disponibles, ¡gracias y feliz día! Son el nacimiento de una sociedad más sana y consciente.
Construyamos juntos la mejor versión de ti.
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