“Limpiar y organizar puede parecer una tarea mundana, pero en realidad es una forma de autocuidado.”
Por: Kathya Moreno
La relación que tenemos con nuestro hogar va más allá de lo físico. Nuestros espacios reflejan, de manera silenciosa pero poderosa, cómo nos sentimos por dentro. Un clóset abarrotado, una mesa llena de objetos acumulados o una pila de papeles sin atender no solo son testigos de nuestras rutinas agitadas; también pueden ser un espejo de nuestras emociones reprimidas y de los pendientes que arrastramos en la vida.
El acto de limpiar la casa y deshacernos de lo que ya no necesitamos es mucho más que una tarea doméstica. Es una práctica psicológica y emocional profundamente transformadora. Al despejar nuestro entorno, estamos creando espacio, tanto literal como metafóricamente, para la calma, la claridad y el bienestar. Un hogar desordenado puede parecer una simple cuestión estética, pero en realidad tiene un impacto significativo en nuestra mente. Diversos estudios han demostrado que el desorden contribuye a niveles elevados de cortisol, la hormona del estrés. ¿Quién no ha sentido esa sensación de frustración al ver una habitación caótica, como si su mente no pudiera encontrar descanso?
Además, muchos de los objetos que acumulamos están cargados de apegos emocionales. Guardamos ropa que ya no nos queda porque «quizá algún día la usemos», o cajas de recuerdos que ya ni revisamos, pero que sentimos que soltar sería como renunciar a una parte de nosotros mismos. Sin darnos cuenta, estos objetos se convierten en lastres que dificultan nuestro crecimiento emocional.
Deshacerse de lo que no necesitamos no es solo un acto de orden; es un acto de valentía. Implica preguntarnos si estamos listos para dejar atrás lo que ya no nos sirve, lo que pertenece al pasado, lo que ocupa espacio sin propósito. Este proceso nos ayuda a practicar el desapego, una habilidad esencial para vivir con mayor ligereza y libertad.
Limpiar y organizar puede parecer una tarea mundana, pero en realidad es una forma de autocuidado. Vivir con menos cosas no significa renunciar, sino priorizar. Cuando mantenemos solo lo que nos sirve o nos hace felices, estamos diseñando un entorno que apoya quiénes somos y quiénes queremos ser. Cada objeto que soltamos es un paso hacia una vida más intencional, donde valoramos lo esencial y dejamos ir lo superfluo.
Así que la próxima vez que mires esa pila de cosas pendientes por organizar, no lo veas como una tarea tediosa. Míralo como una oportunidad para sanar, para soltar, para avanzar. Porque al limpiar afuera, estamos, en el fondo, ordenando también nuestra alma.
«Deja ir lo que ya no necesitas, y deja entrar la calma que siempre has buscado.»
Construyamos juntos la mejor versión de ti.
@proyecto_be