“Aunque el dolor es natural y saludable, cada quien encuentra su propio camino para sobrellevarlo.”
Por: Kathya Moreno
En las vísperas de todos santos, Xantolo o día de muertos, los pensamientos sobre la muerte rondan por doquier; sin embargo ha sido coincidente recibir un mensaje sobre la pérdida de alguien conocido.
Suena el teléfono, con la noticia que alguien ha fallecido. La primera reacción, la negación.
Se trataba de un amigo con quien hace mucho tiempo no tenía comunicación, y quien constantemente me había escrito para invitarme a comer. Él era cocinero, y desafortunadamente no podré hablar ahora sobre su comida, pues ya no tuve oportunidad de probarla. Lo sucedido fue tan rápido que no he logrado procesar la noticia.
Lo único que me queda decir reflexionar sobre los que nos quedamos. Y, ante ello, sólo he podido pensar en que la muerte nos confronta con una realidad para la cual muchas veces no estamos preparados: la impermanencia de la vida.
Cuando se trata de enfrentar el duelo, podemos experimentar una mezcla de emociones tan intensa que es difícil de procesar en su totalidad. Y aunque el dolor es natural y saludable, cada quien encuentra su propio camino para sobrellevarlo. Abordar el duelo de forma abierta y con compasión puede ayudarnos a integrarlo y a sanar.
Uno de los enfoques más conocidos sobre el duelo es el modelo de las cinco etapas, desarrollado por la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Este modelo, aunque útil, no siempre se presenta de forma lineal y uniforme. Cada persona vive su duelo de manera distinta y en un tiempo diferente, y, en muchos casos, las etapas pueden repetirse o mezclarse.
El duelo es una de las experiencias que nos cambia de manera más profunda. Si bien nunca se «supera» completamente la pérdida de un ser querido, el proceso puede llevarnos a una mayor comprensión de nosotros mismos y del valor de nuestras conexiones. En algunos casos, la experiencia puede brindarnos la capacidad de vivir con más presencia, apreciar cada momentoy fortalecer nuestras relaciones con quienes están aún con nosotros.
La pérdida de un ser querido no es solo un desafío, sino una oportunidad para profundizar en nuestro ser y transformar nuestro dolor en una fuente de comprensión y crecimiento. En última instancia, sanar es aceptar que aunque la vida es finita, el amor y el recuerdo son inmortales. Los rituales de recordar la muerte, es más bien honrar la vida, y de recordar a las personas que hemos querido y que ya no están con nosotros. Es momento para agradecer el amor y todo lo aprendido con ellos y decir con el corazón, ha sido un gusto coincidir contigo.
D.E.P. A.P.
@proyecto_be