“En una sociedad que muchas veces ha separado mente y cuerpo como si fueran mundos distintos, integrar el deporte al proceso psicoterapéutico es una forma de recordarnos que somos una unidad....”
Por: Kathya Moreno.
Durante mucho tiempo, la psicoterapia se ha asociado casi exclusivamente con la palabra, con el espacio de reflexión, con la exploración emocional desde lo cognitivo y lo simbólico. Pero en los últimos años, profesionales de la salud mental y personas en proceso terapéutico han redescubierto algo esencial: el cuerpo también necesita hablar, liberar, soltar. En este sentido, el deporte y el movimiento físico no solo son recomendables para tener buena salud, sino que pueden ser una herramienta fundamental para complementar el trabajo psicoterapéutico.
Mover el cuerpo es mover la energía. Quien ha atravesado una etapa de ansiedad, depresión o duelo sabe que muchas veces las emociones quedan atrapadas, generando una sensación de pesadez, desconexión o bloqueo. El deporte —ya sea correr, nadar, practicar yoga o jugar fútbol— ayuda a desbloquear. A través del movimiento, se activa la producción de neurotransmisores como la dopamina, la serotonina y las endorfinas, que mejoran el estado de ánimo de manera natural y sostenida.
Pero más allá del aspecto bioquímico, el deporte también fortalece procesos psicológicos esenciales. La constancia en el ejercicio físico puede ayudar a trabajar la disciplina, la autoestima, el manejo de la frustración y la tolerancia a la incomodidad. Para muchas personas en terapia, empezar a moverse representa también un acto simbólico: “me muevo hacia mí, me comprometo conmigo, no me abandono”. Y eso tiene un poder transformador.
La experiencia corporal también permite traer al presente emociones y tensiones que, de otro modo, quedarían atrapadas en lo inconsciente. Hay quienes descubren, al practicar algún deporte, que ciertas partes de su cuerpo están rígidas, insensibles, o por el contrario, hipersensibles. Esos descubrimientos pueden ser llevados al espacio terapéutico para ser elaborados, resignificados y trabajados.
Sin embargo, es importante hacer una distinción: no se trata de imponer el deporte como obligación o como forma de evadir el trabajo emocional. No todo ejercicio físico es necesariamente terapéutico. La clave está en la conciencia con la que se practica y en cómo se integra al proceso personal. Tampoco todos los deportes son para todos: la elección debe ser libre y en función de las necesidades y posibilidades de cada quien.
En una sociedad que muchas veces ha separado mente y cuerpo como si fueran mundos distintos, integrar el deporte al proceso psicoterapéutico es una forma de recordarnos que somos una unidad. Que sanar no es solo entender, sino también habitar. Respirar mejor. Dormir mejor. Hablar mejor. Sentirse más vivo.
Hacer deporte no sustituye la terapia, pero puede ser un gran aliado en el camino hacia el bienestar emocional. Porque a veces, sanar también se parece a correr bajo el sol, a sudar el miedo, a recuperar la confianza paso a paso. Porque el cuerpo también tiene memoria, y necesita su propia forma de sanar.
Construyamos juntos la mejor versión de ti.
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