El color también habita

 La salud mental no está solo en las terapias o en los medicamentos; también se construye en el día a día, en lo que miramos, sentimos y habitamos. Si el color tiene el poder de activarnos o calmarnos, de hacernos sentir en casa o fuera de lugar, entonces deberíamos prestarle más atención....

Por: Kathya Moreno.

A menudo pasamos por alto el impacto que tienen los colores que nos rodean en nuestro estado de ánimo, nuestra productividad y hasta en la forma en que nos relacionamos. Pero la psicología del color —esa rama que estudia cómo influyen los colores en nuestras emociones y comportamientos— debería ser un tema central cuando hablamos de los espacios que habitamos: nuestro hogar, nuestro lugar de trabajo, los espacios públicos. Porque el color también habita, y cuando lo ignoramos, perdemos una valiosa herramienta para el bienestar.

No es casualidad que un cuarto pintado de gris oscuro parezca más frío, o que una oficina completamente blanca nos fatigue. Tampoco es coincidencia que las clínicas de salud mental opten por colores tierra o pastel, o que los restaurantes usen tonos cálidos como el rojo y el naranja para estimular el apetito. Cada color genera una respuesta emocional, aunque no siempre seamos conscientes de ello.

En casa, por ejemplo, los tonos suaves como el azul claro, el verde salvia o el lavanda ayudan a crear atmósferas de calma y relajación. Son ideales para dormitorios o salas de descanso. No se trata solo de estética, sino de salud mental: estos colores reducen el estrés, ayudan a conciliar el sueño y bajan los niveles de ansiedad. En cambio, un dormitorio lleno de colores intensos como rojo o fucsia puede generar agitación y dificultar el descanso, aunque parezca “alegre” a simple vista.

En espacios de trabajo, el color también es un aliado poderoso. El verde, por ejemplo, mejora la concentración y disminuye la fatiga visual, mientras que el amarillo estimula la creatividad y el pensamiento optimista. Elegir estos tonos estratégicamente puede hacer que una oficina sea más que un lugar funcional: puede convertirse en un entorno que favorezca el bienestar, la colaboración y el entusiasmo.

Incluso los espacios públicos —una biblioteca, una clínica, un centro comunitario— pueden tener un impacto emocional diferente si se piensan desde la psicología del color. Un pasillo hospitalario blanco y frío se transforma si añadimos un mural en tonos cálidos, plantas o detalles en verde. Y eso puede significar mucho para alguien que atraviesa un momento difícil.

La salud mental no está solo en las terapias o en los medicamentos; también se construye en el día a día, en lo que miramos, sentimos y habitamos. Si el color tiene el poder de activarnos o calmarnos, de hacernos sentir en casa o fuera de lugar, entonces deberíamos prestarle más atención.

Diseñar los espacios con conciencia emocional no es un lujo: es una forma de autocuidado. Porque al final, los colores también son lenguaje. Y si vamos a hablarle todos los días a nuestra mente desde las paredes, los techos y los muebles, que ese mensaje sea amable, equilibrado y lleno de vida.

Construyamos juntos la mejor versión de ti.

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