«Estar conectados emocionalmente es clave. No solo nos hace más empáticos, sino que nos ayuda a tener mejores relaciones y a disfrutar más el momento».
Columna de Kathya Moreno
En la actualidad, se ha oído con mayor frecuencia hablar sobre la inteligencia emocional (IE) como si fuera el nuevo súper poder que todos necesitamos. Y aunque este término no es tan nuevo, lo cierto es que cada vez se vuelve más necesario generar consciencia emocional, tomando en cuenta que cada vez pasamos más tiempo mirando pantallas que interactuando de frente, la IE pudiera ser la respuesta ante un posible caos emocional.
La inteligencia emocional implica conocer nuestras emociones, saber cómo gestionarlas (para no explotar a la primera de cambios) y tener esa habilidad casi mágica de entender cómo se sienten los demás. Parece fácil, pero no lo es. Menos aún en estos tiempos modernos, donde un simple mensaje de WhatsApp puede malinterpretarse aún haciendo uso de emojis, stickers o gifs.
¿Cuántas veces nos hemos topado con esa persona “mecha corta”? O, por el contrario, esa persona que parece tener una calma sobrenatural ante las peores crisis. La diferencia está en saber gestionar lo que sientes, encontrar un punto de equilibrio entre el temperamento y los factores ambientales y psicosociales a nuestro alrededor. Y no se trata de reprimirte ni fingir que todo está bien cuando claramente no lo está. Se trata de entenderte, de reconocer cuando algo no anda bien y saber qué hacer con ello.
La inteligencia emocional cada vez cobra mayor valor también de manera laboral, el auge de las habilidades blandas o soft skills, son competencias que cobran más fuerza ya permiten el desarrollo laboral más competitivo, logrando mejorar la comunicación entre los colaboradores y los líderes, siendo uno de los requisitos indispensables para la ocupación de puestos directivos.
Además, en estos tiempos de multitasking y vida a mil por hora, estar conectados emocionalmente es clave. No solo nos hace más empáticos, sino que nos ayuda a tener mejores relaciones y a disfrutar más el momento. A veces, estamos tan enfocados en lo que viene que olvidamos cómo nos sentimos en el presente.
La tecnología, por mucho que “facilite la comunicación”, tampoco ayuda demasiado. Sí, nos mantiene conectados, pero también nos ha vuelto un poco más insensibles. Los emoticones no sustituyen una buena conversación cara a cara, y por mucho que mandemos corazones en Instagram, esto nunca sustituirá un abrazo corazón con corazón, o unas palmadas en el hombro.
Así que, en esta era de la inmediatez y de los likes, la inteligencia emocional es más importante que nunca. Nos ayuda a pausar, a conectar y a no dejarnos llevar por la corriente. Al final del día, lo que cuenta es cómo nos sentimos y cómo hacemos sentir a los demás. Y si podemos mejorar eso, estamos del otro lado. Al final, manejar bien nuestras emociones podría ser la clave para tener una vida más plena, en cualquier época.
Construyamos juntos la mejor versión de ti.
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